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Terapia con psicodélicos

Por Jerry Brownstein

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Publicado en Ibicasa Magazine el 13/12/2021 Sharing Link

Tras décadas de demonización y criminalización, las drogas psicodélicas están a punto de entrar en la psiquiatría convencional. Las dos drogas que están mostrando mayor potencial son la psilocibina, el compuesto activo de las “setas mágicas”, y el MDMA, conocido popularmente como éxtasis o Molly. Ambas han formado parte de unos estudios recientes que están abriendo un nuevo capítulo en el tratamiento de la ansiedad, la adicción y los trastornos mentales. La historia de por qué estas sustancias beneficiosas han estado prohibidas durante tanto tiempo se remonta a la época alternativa de los años 70 y 80.


Las setas de psilocibina han sido una parte importante de las ceremonias nativas durante siglos, y es que cuando se utilizan correctamente, provocan una sensación de calma que permite ver el mundo desde una nueva perspectiva, abriendo la mente a nuestras conexiones con la naturaleza y con los demás. Esto encajaba perfectamente con la generación del “enciende y sintoniza” de los años 70, pero la clase política de las sociedades occidentales tenía otras ideas. Era una época de gran agitación social y la gente en el poder estaba asustada y alarmada por el movimiento alternativo, no aprobaban su estilo de vida, y por eso optaron por restringir su libertad haciendo ilegales todas las drogas que abrieran sus corazones y sus mentes. Las setas, el LSD, e incluso la marihuana, quedaron enterrados bajo una avalancha de leyes que convertían su consumo en un grave delito.



El MDMA se sintetizó por primera vez en 1912, pero no se utilizó para nada hasta finales de los 70 y principios de los 80. En esa época los psiquiatras descubrieron que esta droga era extremadamente útil en terapias para mejorar la comunicación honesta y la introspección. Los pacientes que eran tratados con ella sentían una abrumadora sensación de amor y apertura. La existencia de esta “droga del amor” se dio a conocer a quienes no estaban en terapia, y su uso por parte de la contracultura despegó. Una vez más, la clase política y social no quería que la gente fuera tan feliz y abierta, así que también se ilegalizó esta droga. Así pues, lo que se hizo fue llevarla a la clandestinidad y convertir algo que era inofensivo en algo que podía ser peligroso. El “éxtasis” que la mayoría de la gente compraba tras su ilegalización no era MDMA puro, sino una mezcla de drogas inseguras que intentaban imitar esa sensación especial.



El uso de drogas que ayudaban a la gente a sentirse más abierta no sólo se hizo ilegal, sino que la prohibición se extendió incluso al campo de la investigación científica, ya que se hizo casi imposible obtener permiso para estudiarlas.
Las personas que controlaban la sociedad habían declarado que estas sustancias eran malignas y, por lo tanto, no había necesidad de seguir estudiándolas. Pero algunos científicos persistieron y, tras décadas de callejones sin salida, finalmente han podido explorar los beneficios de estas sustancias erróneamente difamadas. La búsqueda de la aceptación generalizada de los psicodélicos dio un salto importante cuando un estudio reciente descubrió que el MDMA, combinado con el asesoramiento, aliviaba notablemente a los pacientes con trastorno de estrés postraumático (TEPT) grave.



En este estudio de fase 3, el 67% de los participantes se curó completamente del TEPT, y otro 21% experimentó una reducción clínicamente significativa de los síntomas. Se trata de una tasa de éxito del 88%, muy superior a la de cualquier otra terapia conocida. Además, entre los participantes había pacientes con una amplia diversidad de causas para su TEPT: episodios relacionados con el combate, accidentes, abusos y daños sexuales. “La capacidad única del MDMA de promover la compasión y la comprensión al tiempo que calmar el miedo, es lo que le permite ser tan eficaz”, según la doctora Jennifer Mitchell, autora principal de la investigación.


Varios estudios han demostrado que la psilocibina también es muy eficaz para la curación cuando se combina con el asesoramiento psiquiátrico. Los investigadores del Imperial College de Londres probaron su capacidad para ayudar a los pacientes con depresión, monitorizando sus funciones cerebrales antes y después de su uso. Ninguno de los pacientes había respondido previamente a los tratamientos convencionales para la depresión, pero inmediatamente después de los tratamientos con psilocibina, el 100% de los pacientes informó de una disminución de los síntomas depresivos, incluyendo mejoras en el estado de ánimo y alivio del estrés. Las imágenes de las resonancias magnéticas mostraron que se había reducido la actividad en las áreas de sus cerebros que están asociadas con las emociones negativas, el estrés y el miedo.



El Dr. Robin Carhart-Harris, director del estudio, dijo: “Hemos demostrado por primera vez cambios claros en la actividad cerebral de personas deprimidas tratadas con psilocibina. Parece que da a estos individuos el “empujón” temporal que necesitan para salir de sus estados depresivos”.
Otros dos estudios recientes realizados en EE.UU. han demostrado que una sola dosis de psilocibina puede aliviar la ansiedad y la depresión de personas con cáncer; pero quizás el resultado más sorprendente fue que los beneficios de este único tratamiento duraron al menos seis meses para todos los pacientes, y hasta cuatro años para otros. Uno de los participantes lo explicó así: “La experiencia de la psilocibina cambió mis ideas sobre quién soy en el mundo. Ahora puedo verme de una forma menos limitada y estoy más abierto a la vida. Me ha quitado una gran carga de sentimientos de mi pasado que llevaba encima”.


Estos resultados positivos han llevado a muchos países e instituciones a cambiar su actitud hacia el estudio de los psicodélicos. Tres destacadas universidades de EE.UU. han creado divisiones de investigación sobre psicodélicos: Yale, Johns Hopkins y UC Berkeley. Actualmente se están llevando a cabo una serie de estudios científicos para comprobar si los psicodélicos pueden ser eficaces en el tratamiento de una amplia gama de afecciones, como la depresión, el autismo, la anorexia, la adicción a los opiáceos y las ansiedades que sufren los enfermos terminales.


Estos investigadores están comprobando que la psilocibina, el MDMA y otras sustancias químicas psicoactivas pueden ayudar a las personas a sentir más tolerancia, comprensión y empatía. También mejoran la capacidad del cerebro para cambiar y reorganizar los patrones de pensamiento, lo que permite a las personas con trastornos psicológicos encontrar nuevas formas de procesar la ansiedad, la depresión y los traumas profundamente arraigados. Michael Pollan, cuyo éxito de ventas “Cómo cambiar de opinión” ha contribuido a desestigmatizar estas drogas, lo resume así: “Ha habido un cambio radical en las actitudes sobre lo que no hace mucho tiempo se consideraba ciencia marginal. Hemos tenido 50 años de propaganda gubernamental que suprimía estas sustancias, pero gracias a nuevas investigaciones y a un movimiento popular, esa narrativa está cambiando”.


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