Sorprender al espectador
Por Helena Sánchez
En una bonita vivienda de Santa Eulalia con espectaculares vistas al mar vive Jesús Albarrán, un artista afincado en la isla desde el año 2002. El propósito en su obra no es otro que el de sorprender al espectador. Y lo consigue, puesto que nadie se queda indiferente al contemplar sus cuadros, ni los olvida. Al principio estos parecen tiras o chorretones de la propia tela del bastidor, hasta que de pronto, al observar desde otro punto de vista, aparecen rostros, quizás de personajes famosos, como si de fotografías se tratase, y se pasa de algo abstracto sin explicación a una imagen totalmente figurativa.

Jesús nació en Toledo, allá por el año 45. Desde niño sentía afición por el arte y le gustaba dibujar. Sin embargo, en medio de una España empobrecida, su padre le conminó a que primero estudiase para labrarse un futuro y luego ya se pondría a pintar pues, según él, “los artistas se morían de hambre”. Consecuentemente terminó sus estudios secundarios e inició universitarios, que no llegó a terminar dado que la necesidad económica familiar le llevó a ponerse a trabajar y lo hizo como ilustrador en una agencia de publicidad de Madrid cuando tenía 18 años. Como resultó que se le daba bien y aportaba recursos económicos a su familia, terminó por abandonar la carrera para dedicarse más de lleno a su actividad creadora publicitaria.

De hecho, después de desarrollarse como creativo y director creativo al pasar por varias compañías, en 1973 fundó su propia agencia de publicidad, especializándose en exitosas campañas farmacéuticas que le permitieron aumentar la plantilla. Entre tanto no abandonó su faceta artística que siempre evolucionó de manera muy autodidacta y también recibió formación en relevantes academias, como la “Escuela de Arte Peña” en el centro de Madrid.
Avanzada la década de los 80, quiso el destino que Jesús Albarrán se topase con Ibiza. Se compró un adosado sin saber nada de la isla ni haber estado nunca. «Había cuatro carreteras y te encontrabas gente (payeses) que ni siquiera sabía hablar castellano», comenta. Asiduamente frecuentó este paraíso mediterráneo para pasar sus vacaciones hasta que en el año 2000 se prejubiló, vendió su empresa y montó una galería de arte en Santa Eulalia llamada Soma. Con ella aguantó cuatro años, pues confiesa que siempre perdía peculio.

Sin embargo, del 2000 en adelante, Jesús, retomando plenamente la actividad artística, ha participado en innumerables exposiciones, algunas de las cuales de notable éxito, como una serie de pinturas dedicadas al mundo del toreo. No obstante es también en ese tiempo que comenzó a desarrollar la técnica que le caracteriza actualmente. Se dio cuenta de que la gente no entiende la obra abstracta, porque no ha seguido su razón de ser, «En el siglo XX ha habido tal explosión de información que el espectador se ha desorientado», y esto deriva en una tendencia hacia la figuración. Él ha aprovechado sus conocimientos publicitarios utilizando programas informáticos y siguiendo diversas fases para construir la imagen que pretende obtener. En una reciente exposición, colocó en el suelo unos puntos que marcaban el punto de vista desde el cual el espectador debía colocarse. Actualmente experimenta con el concepto de “salir del cuadro”, y en mente tiene proyectos mucho más ambiciosos que conllevan nuevos retos: por ejemplo manipular materiales como cortar aluminio con un láser, siempre tratando de innovar.

Jesús forma parte de varias asociaciones de artistas y ha visto que es muy difícil para los artistas a vivir de su trabajo. Él lamenta que hay artistas muy buenos con representación internacional a los que les cuesta sobrevivir solamente con sus obras de arte. Esperemos que cambie esta tendencia. Mientras tanto nos dejaremos sorprender con las innovaciones de Jesús Albarrán. •