EDICIÓN: Agosto - Octubre 2016

La misteriosa cueva mágica

Por Gato Suárez
La bahía de Punta Galera en Ibiza es conocida por sus largas, surcadas y dentadas terrazas en piedra. Es fantástica para tirarse de las rocas al agua o tomar el sol sobre ellas como una lagartija, incluso en un cálido día de marzo, que es cuando estuve allí haciendo una sesión de fotos con mi amiga Helene. Estábamos terminando cuando se nos acercó un hombre de aspecto interesante: perilla, piel muy morena, pantalones cortos y camiseta de tirantes rojos, con una gran bolsa llena de suministros y una garrafa de ocho litros de agua. Lo primero que nos dijo fue, “bienvenidos a mi jardín de aromáticas”, pues me había visto cogiendo y masticando una de mis plantas silvestres favoritas: el hinojo marino, que tan solo crece entre las rocas de la costa.

El hombre se hace llamar Alex y es originalmente de Checoslovaquia. Nos invitó a tomar un café y nos gustó mucho la idea, pero le preguntamos, “¿dónde exactamente vamos a tomarnos ese café?” La respuesta era en su hogar, que está en una de las cuevas de Punta Galera, a apenas dos minutos andando. Sí, Alex ciertamente es un hombre de las cavernas del siglo XXI, que vive una vida aislada y primitiva, poco frecuente hoy en día.


Nos ofreció un tour de su cueva de 2x1,5 metros, que básicamente consiste en una habitación con un radiocasete, un altar con varias deidades, flores, velas, incienso y una estantería con unos siete libros. Afuera de la cueva, sobre la terraza, hay un sofá, cocina exterior y su boutique. En efecto, el hombre ofrece sales condimentadas para cocinar que crea a partir de ingredientes naturales. Una de sus mezclas se llama “Salvación” y otra se llama “Punta Galera”. Lleva residiendo en la cueva desde hace unos dos años, y antes de él vivió en esa misma cueva un chamán peruano durante muchos años. Ese hombre dejó esta vida no hace mucho, y hay una foto de él en el altar que está fuera de la cueva.

Helene fue invitada a entrar en la cueva y escuchar algo de música Santoor de la India con sus cascos. Alex es un hombre espiritual embarcado en una misión de auto-descubrimiento y consciencia. Ahora mismo está leyendo una ecléctica serie de libros que incluyen la Biblia, Paulo Coelho y Osho. Le deleita la liberadora y relajante sensación de estar apartado en la naturaleza, una sensación que la mayoría de gente nunca llega a disfrutar debido a las prisas e intensidad de la sociedad moderna. Él ha dejado todo eso atrás. Antes de irse a la cueva dejó su casa, su coche e incluso destruyó su portátil partiéndolo sobre sus rodillas.


Nos sentamos y Alex hizo un fuego en su hornillo con unas cuantas ramitas. Hirvió el agua, recogió las hierbas locales y preparó tres tazas de café: una con sabor a chile, y las otras dos infusionadas con hierbas frescas de Ibiza cogidas de la colina. Nos pusimos a charlar y Alex expresó su constante preocupación por lo que está haciendo esta destructiva civilización a nuestra madre tierra. Practica lo que habla, y como habitante modélico de la cueva se le puede ver limpiando la playa y el bosque a su alrededor siempre que tiene ocasión.

Estuvimos ahí casi dos horas, bebiendo café, charlando, disfrutando de las vistas y, cuando empezamos a mostrar señales de marchar, muy discretamente abrió dos baúles. Aquí guarda las bolsitas con sus sales mezcladas para cocinar a la parrilla, hacer caldos o condimentar lo que puedas imaginar. ‘Sal de Cucó’ es el nombre de su marca de sales para cocinar. Y ni se imagina uno lo organizado que podría llegar a ser un hombre de las cavernas, con el empaquetado, imagen, etc. y también las habilidades sociales de un vendedor... pero así es. Me marché habiendo comprado dos bolsitas de sal, y Helene se llevó tres.


Qué suerte tenemos de vivir en esta maravillosa isla. Solo en Ibiza puede uno permitirse un desvío tan fascinante de dos horas mientras se trabaja. Es una forma muy especial de conocer gente y enterarse de cosas muy interesantes acerca de la isla... y lo único que se requiere es decir ‘Sí’ un poco más a menudo. •