El santuario de Abraham
La pasión de Abraham Barroso por ayudar a los animales empezó en su infancia, y a lo largo de los últimos 18 meses ha hecho realidad su gran sueño. «En un momento de mi vida decidí que quería dedicarme a lo que me gustaba y empecé a entrenar perros», explica. De ahí surgió Mojis Escuela Canina, un hogar para animales abandonados con el nombre de su perro más querido. «No es una escuela canina como tal, sino que le he dado un giro a santuario animal de Eivissa, que define más lo que es». Lo que empezó como una escuela canina ha evolucionado hacia lo que Abraham define como: «un lugar de paz para los animales donde vienen a curarse y prepararse para ser adoptados por otras personas».
Abraham es un madrileño de 35 años que decidió cambiar la capital de España por la isla hace seis años. Vino a Eivissa para poder relacionarse con los animales como realmente deseaba. De hecho, vive en una casa en el campo entre Sant Carles y Sant Joan acompañado de 35 perros y 50 gatos en libertad, once cerdos, cabras, gallinas y hasta un caballo. Todos viven juntos y eso es lo que lo diferencia. «No se trata tan solo de un albergue o una perrera», puntualiza.
Su gran familia va cambiando de miembros. En un año y medio han sido adoptados 70 animales entre perros, gatos y caballos. Lo que más le gusta a Abraham es ir al Centro de Acogida de Sa Coma a rescatar a perros, normalmente los más necesitados. Se trata de una afición cara, porque por cada animal que rescata ha de pagar la correspondiente tasa municipal.
El hecho de vivir en el campo facilita el mantenimiento de los animales, como explica Abraham: «Aprovecho lo que da el campo para darles de comer. Hay árboles que dan frutos, hay que plantar y sembrar. El coste de manutención de los animales baja mucho cuando sus condiciones mejoran. También tengo ayuda de algunos veterinarios». Además de Sa Coma, también colabora con otras instituciones de la isla. Lleva a los animales a visitar a gente mayor con Alzheimer y a hospitales. Abraham siente que lo más hermoso es que estos animales pueden demostrar a las personas que, a pesar de haber sido abandonados, pueden ayudarles.

Abraham trabaja en un restaurante y su día empieza siempre a las ocho de la mañana para que todo esté listo antes de ir a trabajar. A menudo tiene que renunciar a aceptar a algunos animales, y otros no llegan a adaptarse a su nuevo medio. «Hay animales que son más sensibles y no puedo darles lo que ellos necesitan. Cuando tienes 35 perros, no puedes darle amor 15 minutos diarios a cada uno de ellos». No juzga a quienes abandonan a los animales, «estoy para rescatar a sus perros, no para juzgar los motivos del abandono». Sin embargo hay historias con un final feliz, como el de una doberman paralítica que dejó una pareja al tener un niño. «Han vuelto a adoptarla porque se han dado cuenta de que no podían vivir sin ella».
Abraham está cumpliendo su sueño, pero su objetivo a largo plazo es que el bienestar de los animales le suponga menos esfuerzo que ahora. «Hay mucho trabajo cada día. Hay dolor porque perdemos animales y hay días en los que no llego con el trabajo». Pese a todo, dice que está en un proceso de crecimiento personal. «Esto es lo que quiero tener, no una perrera sino una casa en la que haya esta paz en la que los animales se comuniquen. No todo es hermoso, pero este es mi sueño y mi refugio. No me puedo imaginar hacer otra cosa en la vida».
El mantenimiento de los animales es costoso, y su trabajo en el restaurante y como entrenador de perros no resulta suficiente. «Este verano aparecieron muchas personas que me han ayudado económicamente y por eso he crecido», dice. También organiza actos benéficos con otras asociaciones para recaudar fondos. Si te interesa apoyarle, a continuación tienes información sobre cómo realizar un donativo. •