EDICIÓN: Octubre - Diciembre 2014

Ciencia y Espiritualidad

Por Jerry Brownstein
El mundo está despertando a un nuevo nivel de consciencia, al darse cuenta la gente cada vez más de que estamos conectados con algo mayor que nosotros mismos. La sanación alternativa ya es aceptada y practicada por millones de personas, los libros sobre crecimiento espiritual se convierten en best-sellers, y miles de personas meditan en las calles de ciudades importantes. Está claro que el mundo está cambiando, y esto nos impulsa a buscar formas alternativas de pensar y de ser. Pero, ¿cómo podemos orientarnos en estos tiempos confusos? Tradicionalmente, la gente ha confiado en la religión para guiarles, pero las religiones convencionales no tienen las respuestas que buscamos hoy en día. En la búsqueda de claridad, nuestra sociedad ha llegado a depender de la ciencia como fuente de la verdad, pero la ciencia tan solo trata con el mundo físico... y nuestras vidas son mucho más ricas y profundas que eso. Tal vez una mezcla de ciencia y espiritualidad puedan aportarnos una comprensión más completa de la vida, pero, ¿cómo pueden aproximarse ambas visiones, a veces tan opuestas?

La ciencia y la espiritualidad no siempre fueron formas distintas de ver el mundo, y de hecho originalmente eran ambas caras de la misma moneda. En la civilización occidental, nuestras raíces científicas se encuentran en la Edad de Oro griega, cuando filósofos como Aristóteles empezaron a integrar sencillos experimentos en sus observaciones de la naturaleza. Siglos después, la iglesia cristiana incorporó muchas de esas antiguas enseñanzas griegas en sus creencias religiosas. En 1543, Copérnico cambió esas creencias con sus pruebas revolucionarias que mostraban que la Tierra giraba alrededor del Sol. Esto nos puede parecer evidente hoy en día, pero en aquel entonces suponía una separación radical de la visión prevalente que sostenía que nuestro planeta era el centro del Universo. Copérnico tenía tanto miedo de retar a la estructura de poder de la Iglesia de su época, que no publicó los resultados de sus investigaciones hasta justo antes de morir, e incluso 100 años después, personas como Galileo aún eran perseguidas por sumarse a ideas tan heréticas.

Los pioneros de la ciencia se dieron cuenta de que las viejas explicaciones sobre cómo funcionaba el mundo debían verse remplazadas por verdades comprobables. Buscaron la manera de distinguir la verdad de la mera creencia, y así nació el método científico, que implica crear experimentos que utilizan la observación directa y la medición para probar o descartar cualquier teoría sobre el mundo natural. A principios de los años 1700, Sir Isaac Newton afinó aún más esta filosofía del materialismo científico, y este “paradigma newtoniano” se ha convertido en la base de la ciencia convencional. Básicamente, nos cuenta que la materia física es la única realidad verdadera, y que el universo tan solo puede ser comprendido a través del conocimiento de sus partes físicas. Esto es lo contrario de la espiritualidad, que se basa en la noción de que hay fuerzas invisibles fuera del mundo material que tienen el poder de dar forma a nuestra realidad.  



Unos dicen, pues, que la materia es lo único que importa, mientras que los otros creen que hay un nivel de existencia más elevado que está más allá de las percepciones de nuestros cinco sentidos. Para que estas dos visiones del mundo radicalmente distintas pudieran co-existir, los primeros científicos llegaron a una especie de acuerdo tácito con la Iglesia. A la religión se le otorgó el dominio sobre todos los asuntos espirituales y de naturaleza no material, mientras que la ciencia gobernaría en los asuntos del mundo físico. Esta división ha aumentado a lo largo de los siglos y, como resultado, tanto la ciencia como la religión ven el mundo a través de percepciones limitadas... y es por ello que ninguna de las dos por sí sola puede darnos una imagen completa sobre cómo podemos vivir nuestras vidas de forma óptima. Por suerte, existe una rama de la ciencia que puede acercar ambos puntos de vista.

La física cuántica es el puente que vuelve a unir espíritu con materia, pues nos muestra que todo en el Universo consiste en energía e información. En otras palabras, que las cosas son no-materiales en su nivel más básico. Además, esta energía no-material existe dentro de un Campo (que es una fuerza invisible que da forma e influencia al mundo físico). Esto empieza a parecerse mucho a la esencia de la espiritualidad, y sin embargo se trata de un concepto profundamente científico. La ciencia más novedosa dice que existimos en un Campo de conciencia que nos conecta con todo en el Universo. Esto se parece a la “Unidad” a la que se han referido místicos y sabios a lo largo de la Historia.

Esta combinación de ciencia cuántica con espiritualidad evolucionada puede ofrecernos la orientación que buscamos en estos tiempos de grandes cambios. Nos libera para que soltemos nuestras nociones tradicionales sobre cómo funciona el mundo y cuál debería ser nuestro rol en él. Ya no aceptaremos la visión científica anticuada de que somos meros objetos físicos existiendo en un Universo puramente material. Tampoco nos ataremos a una espiritualidad que nos subordine a antiguos dogmas. Saber que estamos conectados con todo en el Universo nos empodera para acoger nuestro verdadero estatus como co-creadores. Abre la puerta a nuevas formas de pensar y de ser para que podamos ser parte de la evolución de la consciencia que elevará a la Humanidad hacia sus más altos ideales. •